7 Pobles. Miércoles. DIA 3. Fredes - el Boixar - Coratxà - Castell de Cabres

Como ya era casi tradición de la aventura, a las 6 sonó el despertador y todos se pusieron en marcha. La primera hora de la mañana era una pura rutina. Desde el primer día, para los desayunos había libertad en el grupo. Café solo, leche con cereales, agua, frutos secos, fruta variada, cada uno se había traído lo que más le gustaba o a lo que estaba más acostumbrado para la mañana. Fede, el supercocinero, mientras los caminantes se alimentaban, hacía los bocatas del almuerzo. Después, con bastante velocidad llegaba el momento en que todos estaban abajo en el comedor, vestidos para caminar por la montaña y con la mochila preparada.

La ruta que les esperaba ese día era muy completa. Se pasaba por cuatro pueblos y tenía un poco de todo. Mucho caminar en plano, algo de subida y algo de bajada. Ese día se alcanzaba el techo de la aventura, alrededor de 1.300 metros, y se caminaba por lugares bastante salvajes, muy, muy escondidos. Mira aquí el perfil de la etapa:



A las 7.00 nuestros héroes subieron al coche para que Fede les dejara en Fredes, origen de la etapa. A las 7.30 ya estaban en la salida. Se hicieron la foto de rigor comenzaron a caminar.



El primer objetivo era el Boixar, desde Fredes era un cómodo paseo de 7 kilómetros sin grandes sustos. Este tramo ya era conocido por Gilbert y Kiko, porque años atrás hicieron la ruta del GR7 por la provincia de Castellón y este camino estaba en él. 

La ruta va a bastante altura y no hay grandes subidas y bajadas. Hay que tener en cuenta que los Rayitos ya llevan 2 días de ruta y las piernas empiezan a pedir un poco de moderación. Aun así, los nuestros iban a buen ritmo y sin mostrar cansancio.


La ruta discurre por Fredes, La Foia, Les Ombrietes del Mas de la Mina, La Foia de les Roquetes, y en el Kilómetro 5 se toma una pista por el lado del Barranc de la Canal.


El día era muy bueno. El calor apretaría a medida que avanzara la mañana. En cuanto a la humedad del terreno, éste quizá estuviera un poco más seco que la última vez que pasaron los Rayitos.


Ya cerca del Boixar, en el camí de les Devesetes, siempre se habían encontrado vacas que ahora no estaban, síntoma de la falta de agua. También resultó curioso para nuestros caminantes que la vez anterior, en la zona de Els Horts, se habían encontrado una única huerta cultivada por un hombre mayor con un perrito y ahora el terreno hacía ya mucho que no producía nada. Estaba lleno de hierbas. Ya nadie cultivaba nada. Los pueblos pequeños están condenados a la despoblación.


Era el kilómetro 6,7 y nuestros Rayitos entraron por la parte baja del Boixar, por el lavadero, bastante cuidado. Cruzaron el pueblo sin ver a nadie y sólo oyeron un par de perros en una casa. Por lo menos había algo de vida. El pueblo en general estaba arreglado, como todos los de la comarca. Aunque no viva gente, se notan las subvenciones y el celo de los propietarios por mantener sus raíces en condiciones.


En el Boixar, nuestros senderistas se liaron un poco porque había marcas de GR por todas partes. Con el GPS se situaron y descubrieron el camino correcto. Rápidamente salieron del pueblo por el sitio que tocaba.

Nuestros senderistas se encaminaron por la carretera que va Coratxà. Desde allí pasaron rápidamente a una senda que bajaba al barranc dels Clotets. Una vez abajo se respiraba bastante humedad. Pasaron por el Clot de Na Cabanes y subieron a Les Escaletes. La subida era muy bonita y cómoda entre árboles. Sombra muy agradable que se agradecía cuando sólo eran alrededor de las 9.30 de la mañana.


Se cruza la carretera y el camino/pista que andan los nuestros sigue subiendo hasta ver Coratxà a lo lejos. Entre los senderistas y el pueblo había un barranco. Ya tenían su segundo objetivo delante pero todavía quedaba un ratito para llegar a él.


Ya eran las 10 y, con el pueblo delante, los nuestros se pusieron a almorzar un bocata de tortilla de patatas con tomate que el chef Fede había preparado a primera hora.


Una vez repuestas las fuerzas, nuestros héroes bajaron al Barranc de la Ballestera a torear. Había un montón de vacas pastando que se giraron a la vez cuando los Rayitos pasaron cerca. Cruzaron la manada con cuidado para no asustarlas. Alguna cría se quiso acercar con curiosidad pero sin peligro. En pocos minutos, los nuestros llegaron al Pont de la Ballestera conde se volvieron a encontrar con la carretera del Boixar a Coratxà. El pueblo se veía al fondo al mismo nivel que ellos, pero para llegar a él, el desnivel de bajar y subir era importante. Hubieron dudas si bajar y subir el barranco que tenían delante o seguir la carretera que llegaba al mismo sitio pero de forma plana. Al final decidieron no hacer trampas y siguieron la ruta bajando al barranco, el Barranc de Quinto. La subida, muy empinada iba por un antiguo azagador lleno de hierbas. Fue lo suficientemente empinada como para llegar al pueblo resoplando.


En Coratxà ya se estaba en el kilómetro 10,8 de la ruta. Recuperando el aliento, nuestros Rayitos cruzaron el pueblo, muy arregladito pero desierto. Ni un alma. A la salida del pueblo por el norte, los caminantes buscaron la pista que les llevaría a Castell de Cabres, su destino. Antes de tomar el Camí Dels Plans que es también el de Sant Cristòfol, los nuestros pasaron unos metros por la pista de la rogativa de Penyarroya de Tastavins a Vallibona


Van muy altos. Sobre 1.300 metros. El terreno está muy pelado. En invierno hará mucho frío y viento por allí. Las vistas son tremendas. Se ven muchos kilómetros alrededor.


Planeando por lo alto del mundo, la ruta lleva a los Rayitos casi hasta Sant Cristòfol, ermita románica en ruinas que lleva resistiendo 750 años sus paredes a la nieve, el viento, el frío y el calor. Los nuestros no llegaron a la ermita. Poco antes de llegar, un brusco giro a la izquierda encaminó a los senderistas por una fea bajada que les llevaría al mas de Vilalta.


Una vez pasada la masía, se suaviza la bajada. Se introducen en un bonito bosque de pino y carrasca. Toni comenta que por allí pasa poca gente. Aun se ven las acumulaciones de pinochas que nadie ha pisado desde las últimas lluvias. En verdad, la zona por la que están pasando está muy escondida y dejada de la mano de Dios. El camino que toda la vida ha unido Coratxà con Castell de Cabres está agonizando igual que los dos pueblos que lo utilizaban. Pero aquí nuestros héroes estaban reinvindicando, manteniendo y pisando esta ruta para que no se pierda.


Ahora la senda que seguían se cruzaba con una pista, que es la que une las distintas masías de la contornada, el Mas de Vilalta, el Mas de Folet, el Mas del Riu y se dirige al pueblo de Herbers. Los nuestros van siguiendo camino hasta otro cruce. El navegador del GPS les marca girar a la derecha pero delante hay una senda con un “7” pintado en rojo y una paleta pintada a mano con una flecha recta y la leyenda “C d C”. ¿Castell de Cabres? ¿Coto de Caza?. Se supone que lo primero. Los Rayitos hacen chiste diciendo que hace 15 años seguro que pasaban del GPS y se metían por el camino pero ahora con la prudencia que les daba la edad, hablaban de seguir la ruta. Pero, con la conciencia que caracteriza a nuestros Rayitos, se lo repensaron, pasaron de prudencia y se metieron por el camino. Un poco de aventura había que tener para mantener la sangre joven.


El no hacer caso al GPS e ir por una ruta no controlada entraña sus riesgos ya que, al elegir una ruta que no sigues en el GPS, ya no puedes seguirla con tus aparatos y tienes que guiarte a ojo, como en los viejos tiempos. No pasa nada porque en distancias tan cortas es difícil perderse pero entraña sus riesgos.


La senda elegida para seguir era muy bonita. Un camino antiguo bajaba y cruzaba el río Escalona. Seco, seco. Se iba por un bosque superfrondoso. Bastante sombra y buena fresca.


De repente, en medio de la nada, al fondo de una rambla, los nuestros se encuentran con una lápida. Rezaba "Enero de 1924. Cristóbal Francisco Gil Segura". Una lápida grande y potente como la de un cementerio. Tras la marcha y después de una consulta en internet resulta que el tal Cristóbal Gil Segura murió de un rayo en 1924 y le pusieron está lápida en el lugar del fallecimiento. Recuerdos de familia.


Tras un par de kilómetros, la senda vuelve a alinearse con la ruta. Los caminantes se ahorraron con esto un kilómetro largo. Buena elección. Seguramente el camino que siguieron los nuestros era el real y el del track que llevaban era una alternativa. Ahora ya casi lo tenían. Faltaban sólo 2 km para Castell de Cabres, 1 de subida y 1 de bajada.


No se veía el pueblo pero estaba ahí. El paisaje se despejó de árboles y el sol apretaba. Ya eran las 14.00. El primer kilómetro, el de subida, se sufrió un poco, pero el segundo, el de bajada, se disfrutó.


Por fin llegaron a Castell de Cabres. El pueblo no se ve hasta que estás ya dentro. Como venía siendo costumbre, calles muy arregladas pero ni un alma. De repente se ve un ser humano. Un hombre muy mayor estaba apoyado en una pared y parecía que sostenía él sólo una casa. Dijo que sólo quedaban 5 o 6 personas en el pueblo. El bar hacía tiempo que estaba cerrado. A los nuestros les hubiera venido bien para refrescarse un poco.

En cuanto a la etapa, al final fueron 18 kilómetros y medio con un desnivel acumulado de 750 metros. Bien.


Fede, el chófer oficial, llegó enseguida a recoger a los esforzados senderistas y llevarlos a la Pobla, centro de operaciones de la aventura. Habían quedado a las 14.00 y todos habían sido puntuales. Rápidamente se volvió a la Pobla de Benifassà a comer. La recompensa fue un gran plato de lentejas, que estaban buenísimas, tanto por el hambre como porque de verdad que estaban buenas.


Como siempre, luego ducha y un poco de descanso.


A la bajada del sol, nuestros Rayitos dieron una vuelta al pueblo, que todavía no lo habían visto. Era su último día y su última oportunidad de conocer la Pobla. El paseo fue muy rápido, la Pobla es muy pequeña.




Luego, para seguir la tradición, se tomó una cervecita en la terraza del hotel y se mantuvo una animada conversación con los caminantes de Algemesí, que ese día habían hecho más o menos la ruta de los Maquis, que pasa por varias masías, incluido el Mas de la Pastora y también el antiguo campamento o refugio de los Maquis. Para los de Algemesí también era su última noche en la Pobla. Al día siguiente se volvían para casa.


La cena fue espectacular. Se componía principalmente de sobras, pero qué sobras. Huevos fritos, patatas fritas (1 kilo, superbuenas), ensaladilla rusa, ensalada de tomate y queso brie. Para beber, vino, gaseosa y las pocas últimas cervezas que quedaban.


Daba un poco de pena, porque la
aventura casi se daba por terminada. Para el día siguiente quedaba un último empujón con pocos kilómetros y poco desnivel.

Como siempre, a las 22.00 a dormir que el cuerpo lo agradecería.




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